Hay olores, canciones, sitios, sabores que nos llevan inmediatamente a nuestros recuerdos de la infancia.
A mí me pasa con estos caramelitos, que mi padre traía de sus viajes a Madrid, en unas mini sombrereras de cartón, con las flores dibujadas y un lazo del mismo tono. Cajitas que se agotaban rápidamente, lo que nos hacía asaltar las que todavía le quedaban a mi abuela (que se dejaba asaltar gustosamente).
El padre de las criaturas apareció el otro día por casa, con esta bolsita. ¡Cómo me conoce! Así que estoy disfrutandolas porque además a Princesa y a Pirata no les gustaron. ¿Será cosa de generaciones?
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