Llevo unos días desaparecida del blog, virus estomacales,
mucho trabajo y asuntos familiares varios no me han dejado pasar por aquí.
Inmersa en los preparativos de la comunión, os cuento que el
pasado domingo, tras la salida de misa nos convocan a madres y padres para
hablar del vídeo oficial de la ceremonia. No dejan más que una persona
filmando, para que los niños no estén distraídos y me parece correcto.
Reunidas en los primeros bancos esperamos, llega un señor,
que se pone a gritar en medio de la iglesia con bastantes malos modos:
-
A ver, qué queréis saber del video?
Y sin dar tiempo a contestar a nadie sigue:
-
El vídeo cuesta 35 euros, dura unos 45 minutos y
os lo entrego a la semana de la comunión. ¡Ah! Y me tenéis que pagar esta
semana por adelantado, que no estoy dispuesto a quedarme con copias de gente
que encarga y luego no paga. Algo más? Ya está todo, adiós.
Vaya por delante que no soy muy
amiga de videos de ocasiones familiares, ni siquiera tengo de mi boda pero aún
así.
¿Qué cuesta saludar, hablar con un tono moderado, con un poco de
educación? Aunque sólo sea por tu propio interés, que estás tratando con
futuros clientes!!!
Lo mínimo que pido es un cierto
respeto, no me digas que te quedas colgado con las copias, por favor, que con
la tecnología actual sacar una copia te cuesta 3 minutos y 30 céntimos!!!
Este camino, arduo, hacia la
comunión no deja de sorprenderme porque en tiempos de crisis, todo el que
quiere vender algo, una idea, un servicio, debería esforzarse al máximo y sin
embargo, voy viendo que, en muchas ocasiones, no es así. Y comprendo que a la
dependienta de un centro comercial le de igual que yo compre o no un vestido,
pero se supone que este señor es un profesional por cuenta propia. ¿Tan seguro
está de que todas las familias van a adquirir su vídeo? Los comentarios
posteriores desde luego no lo indicaban así y aunque al final muchas pasen por
el aro ¿no es mejor y más fácil hacer las cosas bien?
¡Felices días! No sé cuando
volveré por aquí, pero regreso seguro.
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