Con raíces profundas y extendidas que sustenten toda mi
personalidad.
Con un tronco alto, altísimo, que me permita ver más allá.
Con ramas frondosas, largas, generosas, que me conecten con
el mundo.
Con recovecos acogedores donde reunir a los míos.
Con la capacidad de deshacerme cada otoño de lo que no me
vale y resurgir de nuevo en primavera.
Con frutos dulces que compartir con los demás.
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