sábado, 21 de junio de 2014

Recuperando la bici



Para los que no lo sabéis, yo vivo en un pueblo cercano a la ciudad, así que normalmente mis desplazamientos al trabajo son en coche y acompañada de mis dos fierecillas. Pero ahora que mis joyas están de vacaciones y sólo la pobre malamadre es quien debe ir al trabajo, he decidido volver a ir en la bici. Ya comencé el año pasado, cuando ellos seguían de vacaciones y fue una experiencia muy buena, aunque tengo mis casi 40 minutillos de camino.


Un año después y con las piernas flojas, flojísimas, repito. Y seguiré todos estos días, primero porque así hago algo de ejercicio, que nunca viene mal y nunca encuentro tiempo, y después porque no tiene ni punto de comparación con andar corriendo para coger el bus.
Salgo de casa tempranito y aquí, en el norte, cuando a pesar de estar ya de verano, las mañanas son fresquitas es una gozada. Además el camino va junto a la ribera del río, escuchas el agua, los pájaros y poco más. Bucólico no? Pero es que es así. En los primeros veinte minutos realmente disfruto de ir sola, pensando en mis cosas, probando los diferentes cambios y platos (nunca lo conseguiré, por favor, que yo soy de las que llevábamos la BH de toda la vida!) y en plan paseo total porque salgo con mucho tiempo para poder ir tranquila saludando a los dos o tres abuelos andarines y tempraneros con los que me cruzo.
Después llego a la civilización, me suelo juntar con un amigo y hacemos el resto del camino juntos. El pobre, que llegaría en diez nanosegundos, se adapta a mi ritmo tortuguil con muy buen ánimo. Así que el camino cambia, ya estamos en la ciudad, hay más ruido, coches, pero las calles anchas, la conversación y el ritmo pausado hacen que llegue al trabajo de un estupendo buen humor. 


¿Qué más se puede pedir? Pues sólo que el próximo día sea menos improvisado y consiga cosas tan básicas como no olvidarme la cartera en casa.
¡Feliz finde!

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