martes, 10 de marzo de 2015

Cambios, cambios, cambios



Lo único constante en la vida es el cambio. Y en algunos momentos, como ahora, el ser plenamente consciente de ello es un fastidio. Porque hay cambios inesperados, que no los ves venir, suceden y ya está. Es así, hay que asumirlo, es la vida, que nos da sorpresas de muchos colores. Y ahí radica parte de la riqueza de la vida.

Pero hay otras modificaciones, que las ves llegar, que incluso las has propiciado de alguna manera, pero que no se desarrollan hacía donde tu imaginabas y ves el camino que van a seguir por su propia inercia y no puedes hacer nada para modificarlo (porque son asuntos ajenos a tu incumbencia o a tu ámbito de actuación)  y sólo te queda esperar que el final no sea el que tú has previsto. Sólo puedes confiar en el cambio constante que modifique ese futuro que no te resulta cómodo, fácil o agradable.  Y cuando te das cuenta de que no puedes hacer absolutamente nada, sino esperar, confiar, eso es un fastidio.

En esos momentos me gustaría tener una máquina del tiempo, no para modificar nada, porque los cambios vitales son siempre imprevisibles, sino para detener el tiempo, justo en ese espacio temporal en el que todo está “aparentemente” bien, en el que no eres consciente de lo que vendrá detrás,  en ese momento en el que la ignorancia te proporciona la felicidad que necesitas.

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